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El primer día de invierno

Cuando me despierto, me gusta levantarme por decisión propia y no por exigencia del despertador. Me gusta tocar el botón que lo hace sonar luego de otros tantos minutos, pero poner el primer pie fuera de la cama antes de que regrese el irritante pero necesario sonido. Para ser sincera, eso no pasa antes de la tercera o cuarta vez que lo postergo.

Aprendí a que no suene más de cuatro veces porque, de niña, aproximadamente a la quinta mi hermano gritaba desde su pieza un estentóreo Carinaaaaa, y hacia la sexta el demonio en persona entraba a mi habitación de un portazo. Como siempre digo: no hay nada mejor que levantarse temprano, con entusiasmo y energía.

Hoy empieza el inverno, y lo voy a estrenar con chipa caliente y cocido quemado. ¡El primer día de invierno! Me gustan los comienzos... Hace varias semanas que empezó el frío, pero algo me decía que debía esperar a que oficialmente cambie la estación antes de retomar la costumbre de desayunar en el bar que está cerca de la oficina.

El lugar está particularmente lleno, parece que mis costumbres no son tan únicas como creo y que, con algo de suerte, consigo un lugar en la barra. Mirando a la nada, siento un empujón y una chica logra hacerse lugar y ponerse a mi lado para hacer su pedido. ¿Esto va a hacer cambiar mi día? ¡Claro que no! Giro para preguntarle si deseaba un empujón parecido al que ella me había dado, pero su expresión llamó mi atención.

Sus ojos estaban irritados, se la veía alterada y al borde de una crisis de nervios. Más por compromiso que por curiosidad y sin pensarlo demasiado, le pregunté si estaba bien. Uno esperaría que un desconocido diga algo como: sí, no es nada, sólo son nervios. Para mi sorpresa me sonrió y dijo un sincero no.

Me dije a mí misma que este primer día debía ser especial, y como el pedido tardaría un tiempo debido a que debían poner otra tanda de chipa al horno, le devolví la sonrisa.

— Me llamo Carolina, y me encanta la bufanda que estás usando.
— ¡Gracias! Soy Luciana, aunque si ahora me viera al espejo no me reconocería.
— ¿Tan mal empezó el día?.
— No me había dado cuenta, pero sí, y es sólo porque desde que me desperté de madrugada estoy recordando una y otra vez malos momentos.
— Como siempre digo: para levantarse temprano hace falta entusiasmo y energía.
— ¿Es tu celular el que está sonando?

No lo había escuchado, ¿o me estaba empezando a interesar la historia de Luciana? Otra llamada de un vendedor ofreciendo créditos que no solicité, son realmente molestos. Cuando corté mi pedido estaba llegando.

— ¡Perdón Carolina! Espero no haberte quemado con el cocido.
— ¡Ay! Por suerte no me quemé, pero mi celular está bañado.
— De verdad lo siento, para que veas cómo el día sólo puede empeorar.
— No pasa nada, no será a prueba de incendios, pero no creo que un poco de líquido lo descomponga.

El celular estaba sonando de nuevo y, en el fondo, la torpeza de Luciana me había molestado. La situación me estaba cansando y como siempre digo: tiene que quedarte energía y entusiasmo para levantarte. Así que me despedí y seguí rumbo a la oficina mientras atendía la llamada que esta vez era de mi hermano.

Después de varios intentos, quedó claro que el celular no solo no es ignífugo sino que tampoco es a prueba de líquidos. El micrófono no estaba funcionando y poner el altavoz no hacía diferencia. Como siempre digo: hay que levantarse con energía para no perder el entusiasmo. Sin embargo, el día parecía querer jugar con mis nervios porque ahora debía ir al mercado donde reparan celulares.

Ya en la oficina, y sin el teléfono que recién estaría reparado durante la tarde, el resto de la mañana siguió su curso sin ser especialmente buena ni mala. Como siempre digo: hay que levantarse y tratar de mantener el entusiasmo aunque no te queden energías.

Comentarios

Tendemos a pensar que en un círculo hay un punto de inicio que marca un cambio, como el primer día de la semana, el primer día del año, o en este caso, el primer día de una estación.

Esto podría ser válido si es que ese "inicio de ciclo perpetuo" te da energías o motivación para empezar un nuevo hábito de vida, o dejar uno viciado. Digo "podría" porque sería mucho mejor tener la fuerza de voluntad para hacer un cambio cuando uno lo necesita o quiere, en vez de requerir de situaciones externas que sirvan de catalizador.

En ocasiones hacemos una especie de degeneración constructiva de nuestros propios razonamientos hasta que encajan con la conveniencia del momento. Carina cree sinceramente que su postulado no varía cada vez que lo trae a colación, sin embargo lo distorsiona hasta el punto de variar su significado de manera diametral y hasta contradictoria.

Reflexionando sobre esto, ya sé qué me voy a poner como objetivo durante el próximo brindis de año nuevo. Exactamente a la media noche, antes del primer segundo del año que inicia, mi meta será dejar de mentirme a mí mismo usando excusas para no empezar lo que me propongo, desde el instante en que me lo propongo.